Escena 11: Nick sueña. Recuerda poco.

Nick sueña


Sobre la mesa, donde antes encontró la hoja en blanco y la birome que anunciaban que se había ido, ahora hay un sobre con fotos y una carta que le mandó Uma.

Escena 10: Jack en su habitación

Solo percibe los dedos de las manos. Se sienta en la cama, mira las manos, los dedos, las articulaciones, la piel, la fragilidad de esas extensiones. Siente malestar físico, e impotencia, soledad. Emociones demasiado profundas para un día de resaca.
Se desviste y va al baño. Abre la ducha, el agua tibia sale con fuerza. Mientras deja que el agua lo moje, trata de recordar. Anoche.
Sabe que recorrió bares. Y el último fue el Nautilus que no cierra nunca. Odiaba ese bar de putas y merca en el baño. Es peor que un bar de tacheros, decía cuando se quejaba. Se sentó en la barra, pidió cerveza y después ginebra. “Si la bebida es mala, que sea barata”, bromeaba en voz alta. Estaba tan ebrio que ni las putas se le acercaron.
Se terminó la plata. Salió en silencio, ya no estaba demasiado en su cuerpo. Caminó hasta donde pudo. Llegó al mar. Se tiró en la arena entre los médanos y durmió hasta que el calor del mediodía lo despertó.

Definitivamente, tenía que esforzarse y cambiar de modos. Hay mejores cosas que hacer.


Entreabre los ojos debajo de la ducha y ve la flor, los hilos de agua continuos. Piensa en lámparas, en la luz. Le gusta mirar las luces encendidas hasta medio enceguecerse, como hacía de chico con el sol.

Escena 9: La ruta

El auto es rojo. Un VW Gol.
En el asiento del acompañante está sentada Uma, tiene la frente apoyada en la guantera. Los ojos cerrados. Fotos en su regazo. Está inmóvil en esa posición hace un rato. No hay nadie más en el auto y no ha pasado nadie por la ruta.
Decidió estacionar en la banquina cuando pensó en el hombre que dejó en el mar, cuando salió a la ruta. Quería elegir fotos para mandarle.
Durante la cena, hace unas noches atrás, se dio cuenta que tenía que irse. Que si se quedaba iba a estar escondiéndose y que si se escondía mucho tiempo, iba a terminar por desaparecer. No podía hacerse eso, ni a él tampoco. Así que técnicamente no puede considerarse una fuga. Más bien los meses que se quedó cómodamente sentada junto al mar, viendo la gente, el agua, las gaviotas surferar el viento, ese fue el tiempo de fuga.
Durante la cena, mientras miraba a su amante de estación descorchar una botella, entendió que pese a lo mucho que lo quería (tal vez incluso amándolo) igual tenía que irse para llegar, para encontrarse. Retomar el viaje, la ruta… a sí misma? Tal vez; el destino final era incierto. Casi tanto como el intinerario.

Desde afuera del auto no se escucha la música. Uma sonríe y tararea casi imperceptiblemente una de las canciones que eligió para el viaje. “Send me a postcard”, de Shocking Blue. Canciones ruteras.
La mañana que se fue había amanecido neblinoso y fresco. Salió de la cama, de la habitación, sin hacer ruido, sin que Nick se despierte. Pensó en escribirle una nota, pero al final no encontró qué decirle, así que dejó el papel en blanco con la birome sobre la mesa. Pasó a buscar su bolso, lo llenó con la mayoría de sus cosas, agarró las fotos, la cámara, una campera y las llaves del auto.
Las ciudades se estaban llenando de VW Gol, y color rojo. Al principio eso le dio bronca, pero ahora se sentía protegida por ser parte de esa uniformidad. Estar en la norma aumenta las posibilidades de mantener el anonimato.
Eligió las fotos para mandarle al hermano de Jack. Pensó que a esa hora era probable que él todavía estuviera durmiendo, mientras ella subía el volumen y sonreía frente a las imágenes. Recuerdos.

Con “Hello darkness” se cambió de asiento. Y cuando empezó a sonar “Shocking you”, se secó las lágrimas que habían aparecido y volvió a la ruta.