Escena 22: Jack bajó por humo

Jack dejó el mar. Aunque incluso así sueña con agua algunas noches.
Se fue en el primer colectivo que viajaba tierra adentro.

Bajó a comprar cigarrillos en el kiosco de la terminal de ómnibus de un pueblo cualquiera. Mientras esperaba que lo atendieran vio pasar por la calle una chica sonriente que tenía puesto un vestido blanco, estampado con flores de colores. Era un vestido sencillo, pero la mujer era hermosa. Tenía el pelo suelto, castaño claro. Parecía sacada de una propaganda o de una película yanqui donde lo perfecto se destroza en un morboso accidente evitable.
Pero como no se trata de una propaganda ni una película, decidió tomar el evento como una señal: “Esa chica, enfundada en su belleza, vive en este pueblo. Me quedo acá -se dijo- aunque nunca le hable, quizás sea un buen lugar para vivir, al menos un tiempo”.

En un café al lado de la plaza preguntó por trabajo. Le dijeron que ellos no tenían, pero que quizás con el tema de los meteoritos hubiera algo. Durante un momento ninguno de los que estaban en el café -el mozo, el dueño o encargado y un chico que trajinaba en la cocina- parecían dispuestos a darle más información, pero como Jack no se iba ni dejaba de mirarlos buscándoles los ojos, el mozo decidió continuar la charla.
- Está lleno de gringos y científicos el pueblo. Se cayó el cielo por un par de noches y parece que los meteoritos son muy raros. Dicen que pueden ser cosas de extraterrestres.
- ¿A sí? –a Jack le daba igual si el trabajo era con marcianos o chanchos, mientras no fuera algo con la policía no tenía problemas- ¿Y sabe dónde puedo encontrar a esos científicos?
- En el km. 150.
- ¿En la ruta? Y ¿para qué lado es el kilómetro 150? Está muy lejos de acá?
- Noooo!!!! Jajaja!!! –el mozo se rió con ganas de la confusión del forastero, se daba cuenta que le gustaba ser el que tenía la información- El “150” es el bar. No queda lejos, a unas 7 cuadras de acá, por la ruta eso sí. Para aquel lado, ve?.
- Ah! –Jack ya estaba un poco saturado del humor de su interlocutor. A él le caía muy mal ser el que desconocía los datos básicos en una charla- Gracias -dijo-, y dio por terminada la conversación.
Cuando llegó a la ruta estaba atardeciendo. “Buen momento para llegar a un bar”, pensó.

Escena 21: Lluvia de estrellas

Después del cometa hubo 2 o 3 noches en que hubo “lluvia de estrellas”, o como decían algunos “el cielo se caía a pedazos”. Los meteoritos eran grandes, y algunos llegaron a la Tierra, pero salvo una vaca que estaba en el lugar equivocado en el momento correcto, no hubo víctimas que lamentar.

Uma aceptó, visto y considerando que el pueblo parecía cada vez más lleno de cosas que hacer, la propuesta de su tío de quedarse un tiempo y ayudarlo en el bar Km. 150.

Como tantos otros Uma, cámara en mano, salió a “cazar” las piedras que habían caído. Los meteoritos resultaron ser de un tipo raro, que atrajo a investigadores, curiosos, y cazafortunas.



El bar seguía siendo el bar del pueblo y contenía a todos los que eran parte de En Altura. Seguían yendo los pobladores de siempre pero ahora también iban los investigadores de diversas partes del mundo que fueron llegando para descubrir lo que había dejado el cometa.

Así que Uma estaba detrás de la barra de un bar rutero, aunque por momentos parecía el bar de una ciudad turística. Casi siempre se escuchaba hablar en inglés en algún rincón, incluso a veces en japonés o francés-canadiense.

La mutua desconfianza que se tenían entre sí los parroquianos se fue diluyendo con los días y de a poco se recuperó el clima distendido, el “tío Carlos” ayudaba a que todos se sientan cómodos, proponía partidos de dardos y de sapo, alternado uno y otro de noche a noche. Cerraban sólo los lunes.

Uma no sabía bien qué estaba haciendo ahí, pero intuía que desde atrás de esa barra iba a poder ver bastante más que las siete mesas del bar y las luces de los camiones que pasaban por la ruta, a través de las ventanas del Km. 150.