Escena 10: Jack en su habitación

Solo percibe los dedos de las manos. Se sienta en la cama, mira las manos, los dedos, las articulaciones, la piel, la fragilidad de esas extensiones. Siente malestar físico, e impotencia, soledad. Emociones demasiado profundas para un día de resaca.
Se desviste y va al baño. Abre la ducha, el agua tibia sale con fuerza. Mientras deja que el agua lo moje, trata de recordar. Anoche.
Sabe que recorrió bares. Y el último fue el Nautilus que no cierra nunca. Odiaba ese bar de putas y merca en el baño. Es peor que un bar de tacheros, decía cuando se quejaba. Se sentó en la barra, pidió cerveza y después ginebra. “Si la bebida es mala, que sea barata”, bromeaba en voz alta. Estaba tan ebrio que ni las putas se le acercaron.
Se terminó la plata. Salió en silencio, ya no estaba demasiado en su cuerpo. Caminó hasta donde pudo. Llegó al mar. Se tiró en la arena entre los médanos y durmió hasta que el calor del mediodía lo despertó.

Definitivamente, tenía que esforzarse y cambiar de modos. Hay mejores cosas que hacer.


Entreabre los ojos debajo de la ducha y ve la flor, los hilos de agua continuos. Piensa en lámparas, en la luz. Le gusta mirar las luces encendidas hasta medio enceguecerse, como hacía de chico con el sol.

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